¿Es un asesinato el aborto?
Un crimen de homicidio o asesinato ocurre cuando se mata a una persona o ser humano,
así que para responder a esto es preciso responder antes a otra pregunta
previa: ¿el embrión (hasta la octava semana desde embarazo) y el feto (después
de la octava semana) son personas o no lo son? Esta pregunta a su vez requiere
la cuestión previa de definir qué es una persona.
La característica específica de la especie humana, que le
diferencia de los vegetales y quizás también de los animales, es la
autoconciencia, esto es, el pensamiento consciente. Digo “quizás” porque de
momento aún no se ha demostrado científicamente que los animales tengan algún
grado o tipo de autoconciencia.
Existe una fase concreta en el crecimiento del nasciturus en
el que se desarrollan el Sistema Nervioso Central y el Periférico, y surgen los
órganos implicados en estas funciones del pensamiento y la percepción. A partir
de aquí, puede afirmarse que es una persona humana, la cual resulta completamente
dependiente biológicamente de la madre pero ya es sujeto independiente en sus derechos ético-morales, y
se encuentra bajo el amparo de la Declaración Universal de Derechos Humanos,
que tiene como primer derecho el respeto a la vida.
El momento concreto en que se desarrolla el Sistema Nervioso,
de manera que resulta funcional para el ejercicio de la percepción y la
autoconciencia, lo determinan los expertos científicos. Actualmente, en España se sitúa el límite
para poder abortar en principio en las 14 semanas desde el embarazo, y hasta las 22 en casos
de graves riesgos para la vida o la salud de la madre.
Como diría la máxima autoridad intelectual de la Iglesia, el
Doctor Angélico Santo Tomás de Aquino, abortar un embrión no puede decirse que
sea matar a una persona, aunque en su potencialidad se encuentre el llegar a
convertirse en persona. Si muere un niño de 3 años de edad no puede decirse que
haya fallecido un ministro, un poeta o
un agricultor de secano, por el mero hecho de que en las potencialidades de ese
niño se encuentren poder llegar a ser un gran político, poeta o sencillo
labrador. Si arde un árbol no puede decirse que esté ardiendo una mesa ni un
palillo mondadientes, sino simplemente que arde un árbol, aunque entre las
potencialidades de esa madera (materia) estén las de convertirse en mueble o
palillo (forma sustancial). Porque, siguiendo al Estagirita, el acto es la
forma, y la forma es la esencia que se expresa en la definición. Mientras que
la materia es sólo potencialidad, y por eso el embrión es materia susceptible
de llegar a ser una persona, pero de momento no lo es.
También resulta indudable que la mujer embarazada y el varón son personas, y tienen derechos sobre sus cuerpos y sus vidas personales y familiares.
Así pues, debe tenerse en cuenta la opinión y deseos de ambos, y en caso de no
ponerse de acuerdo, debe prevalecer el criterio de la madre, que es quien lleva
en su cuerpo el embrión y tendría que asumir los rigores del embarazo y parto y
que, por Ley de naturaleza, debería hacerse cargo del neonato al menos al
principio, salvo en el caso de que actúe una monja robaniños. El Estado debe tutelar a los niños, cuando existe un niño, pero no
debe atropellar a la familia al inmiscuirse en las decisiones que sólo afectan
exclusivamente a la pareja y no tienen ninguna repercusión frente a terceros, y
un embrión no es un niño, por tanto no hay terceras personas en éste caso. Si
no se respetase esta independencia y autonomía de la familia respecto de la
procreación, en política de natalidad se estaría incurriendo en un
totalitarismo extremo típico del comunismo y del nazismo.
¿Es cristiana la reforma que pretenden Gallardón y los
obispos?
Como dijo otra gran figura intelectual de la Iglesia
cristiana, San Agustín de Hipona, la Iglesia es el campo en el que crecen
mezclados el trigo y la cizaña, es la red en que se recogen peces buenos y
malos. El mero hecho de que alguien
diga ser de la Iglesia de Cristo no significa, ni muchísimo menos, que
realmente lo sea. Hay que atender a sus hechos, no a sus palabras.
Aunque algunos afirmen pertenecer a la Iglesia, incluso aunque
formen parte de la jerarquía eclesiástica, no obstante son cizaña y sirven al
diablo si aspiran al poder terrenal, dominados por una necia ambición de
dominio que les induce a subyugar a los demás. Por el contrario, quienes se
ofrecen uno a otro con espíritu de caridad son miembros de la iglesia de
Cristo, como ocurre con los participantes en los escraches antidesahucios, que
defienden a los pobres humildes desahuciados del acoso de los políticos y
bancarios ambiciosos de poder terrenal y bienes materiales.
Por eso, aunque no soy fiel de ninguna Iglesia ni profeso
ninguna religión, basándome directamente en San Agustín y los Evangelios puedo
afirmar que, aunque los activistas de escraches pacíficos pudieran no pensar
que están en la Iglesia de Cristo, y los obispos, banqueros y políticos piensen
y digan que si lo están, ocurre al contrario, son los activistas quienes
pertenecen a la Ciudad Celestial, mientras que los banqueros, políticos y
jerarcas religiosos se solazan en la Ciudad Terrenal del diablo.
Y no sólo porque lo diga la autoridad de San Agustín, sino
por el ejemplo y la doctrina del mismo Jesucristo, que siempre estuvo al lado
de los “bienaventurados” pobres, los que sufren, los desheredados, los perroflautas,
los humildes, como son los parados y desahuciados, mientras que la jerarquía de
la Iglesia y los políticos del PPSOE están del lado del Poder y la riqueza, oprimiendo
a los humildes y adorando al becerro de oro.
La pretensión de Gallardón y los obispos es contraria a la
caridad cristiana y sólo puede conseguir crear sufrimiento en las gentes
humildes, esto es, servir a Satanás. Como diría San Agustín, esta pretensión
emana de quienes están dominados por una necia ambición de dominio que les
induce a subyugar a los demás, y en este caso se trata de subyugar a las
familias pobres y humildes, precisamente las más amadas por Cristo. En la
práctica, esta injusta pretensión conduciría a que sólo abortasen quienes
tuviesen dinero para hacerlo en el extranjero, que se irían de turismo
abortivo, mientras que los pobres tendrían que arriesgarse a acudir a clínicas
clandestinas; los pobres “que se jodan”, como diría una destacada política que
dice ser cristiana.
Sólo conozco personalmente a dos parejas que hayan abortado.
Una de ellas era una chica (treintañera) que quedó embarazada (creo que para
forzar al chico a casarse con ella), pero él (que la conocía de cuatro días
antes) dijo que nones, le dio el dinero para el aborto y adiós muy buenas, si
te he visto no me acuerdo. Ambos tenían buen nivel económico y eran católicos,
él era incluso radical de derechas. La otra persona es un hombre también católico
y radical de derechas, que tuvo cargo político y disfruta de buen nivel
económico, pero decidieron abortar porque ya tenían 3 hijos y no querían tener
más. Por cierto, éste fariseo no se pierde ninguna de las manifestaciones
pro-familia y anti-aborto para ir a gritar “asesinas” a las mujeres que abortan
legalmente dentro de los supuestos. Seguro que éste soberbio prepotente se cree
que así está logrando engañar a Dios.
En ninguno de estos dos casos que refiero se dio ninguno de
los supuestos de la Ley actual, porque estas personas cuando algo les afecta seriamente
a su vida privada familiar actúan a su conveniencia y tienen el dinero para poder
hacerlo, y se la repanpinfla lo que diga Gallardón aunque le hayan votado, y
lo que digan los obispos aunque vayan a misa los domingos. Este tipo de leyes son como una
telaraña, que apresa a los débiles económicamente, pero no puede enredar a los
de fuertes medios económicos. Es únicamente a los pobres a quienes esto les
puede afectar y de manera dramática, máxime en este entorno de crisis económica
con merma de las ayudas sociales a las personas dependientes o discapacitadas.
Por cierto, no tengo noticia de ningún caso en el que las
monjas que roban los niños a las madres pobres para vendérselos a las ricas
católicas, hayan robado un niño o niña con graves malformaciones o
discapacidades.
En suma, la reforma de la Ley del aborto que propugnan
Gallardón y los obispos repugna a la doctrina de Jesucristo y sólo sirve a los
intereses del Maligno, por lo cual sus promotores y quienes los respalden se
condenan a las llamas del Averno, aunque ellos en su soberbia y prepotencia crean
que pueden mantener engañado al mismísimo Dios. Y quienes dicen pertenecer a la
Iglesia y ser fieles a la doctrina de Cristo, si perseveran en seguir a los
políticos y a los obispos en iniciativas contrarias a la doctrina y el ejemplo
de Cristo, les seguirán también hacia el infierno para toda la eternidad.
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